Poco nos conocemos, nunca nos conocemos. De pronto algo ocurre en nuestra vida y vemos irrumpir fuerzas, sentimientos, pulsiones que nunca creímos contener: envidia, celos, cólera, ambición, cálculo, cobardía, odio, violencia. Yo desonfiaba ya de la fidelidad de la memoria y de la inamovilidad del pasado, pero creía aún en la continuidad del carácter. Ni de esto siquiera estamos seguros. De serenos podemos convertirnos en agitados, de tolerantes en fanáticos, de ángeles en bestias. Estamos siempre expuestos a los imprevisible. Nunca dejaremos de sorprendernos.
(P.A 186)
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