Para deshacerme de ciertas obsesiones y de sentimientos opresivos.
Para tratar de dar forma y comprender mejor ideas e intuiciones que me pasan por la cabeza.
Para contar algo que merece ser contado.
Para crear, sin otro recurso que las palabras, algo que sea bello y duradero.
Por una necesidad humana de ser reconocido, apreciado, admirado y – tal vez— amado.
Porque me divierte.
Porque es lo único que sé hacer más o menos bien.
Porque me libera de un cierto sentimiento de culpa inexplicable.
Porque me he acostumbrado a hacerlo y porque es para mí, más que una rutina, un vicio.
Para que mi experiencia de la vida, así sea pequeña, no sea perdida.
Porque el hecho de estar solo frente a mi máquina de escribir y al papel en blanco, me da la ilusión de ser absolutamente libre y poderoso.
Para continuar de existir después de muerto, ya sea sobre la forma de un libro, como de una voz que alguien se dé el trabajo de escuchar
En cada lector futuro, el escritor renace.
15/12/09
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