"La mayoría de las vidas humanas son simples conjeturas. Son muy pocos los que logran llevarlas a la demostración. Yo he identificado a quienes se encargarán de completar en mi vida las pruebas que faltaban para que todo no pase de un borrón. Han tenido casi las mismas desventuras, incurrido casi en los mismos errores. Pero serán ellos quienes escribirán los libros que yo no pude escribir"
"El más insignificante de los hombres deja una reliquia – su pantalón, su medalla, su carta de identidad, un rizo guardado en una cajita– pero son pocos los que dejan una obra. Por ello la reliquias me deprimen y las obras me exaltan. Por ello también rara vez visito la "casa del artista", se trate de Balzac, Beethoven o Rubens, y prefiero la compañía de sus libros, melodías o pinturas. Las reliquias segregan un aroma de tristeza, de fugacidad y sobretodo de ausencia, pues son el signo visible de lo que ya no está. Su valor es condicional: se conservan porque pertenecieron a tal o cual, pues de otro modo hace tiempo que serían polvo, como sus dueños. Nada más angustioso por ello que ver el sillón de Voltaire, la tabaquera de Bach o el pincel de Leonardo. Cosas deshabitadas. El espíritu pasó por allí, pero solamente pasó, para instalarse en la obra."
En "El polvo del saber" (1974):
"[...]Un sombrero de Napoleón, en un museo, ese sombrero guardado en una urna, está más muerto que su propio dueño".
"El más insignificante de los hombres deja una reliquia – su pantalón, su medalla, su carta de identidad, un rizo guardado en una cajita– pero son pocos los que dejan una obra. Por ello la reliquias me deprimen y las obras me exaltan. Por ello también rara vez visito la "casa del artista", se trate de Balzac, Beethoven o Rubens, y prefiero la compañía de sus libros, melodías o pinturas. Las reliquias segregan un aroma de tristeza, de fugacidad y sobretodo de ausencia, pues son el signo visible de lo que ya no está. Su valor es condicional: se conservan porque pertenecieron a tal o cual, pues de otro modo hace tiempo que serían polvo, como sus dueños. Nada más angustioso por ello que ver el sillón de Voltaire, la tabaquera de Bach o el pincel de Leonardo. Cosas deshabitadas. El espíritu pasó por allí, pero solamente pasó, para instalarse en la obra."
En "El polvo del saber" (1974):
"[...]Un sombrero de Napoleón, en un museo, ese sombrero guardado en una urna, está más muerto que su propio dueño".
jaja
ResponderEliminarBuen poema...
ResponderEliminar